Hace cuatro
meses que no escribo. Me excuso a mi misma por el tiempo… ¡Es que no tengo
tiempo! Es la frase que me acostumbré a decir desde que llegué a Chile y retomé
la vida normal; dícese de la vida del sedentario en tierra propia, del que
ejerce lo que estudió y vive para establecerse.
Mucha gente
me pregunta porqué volví. No tengo la respuesta precisa a eso, volví porque
quería volver, no hubo un motivo o una circunstancia especial. Y en el volver
me dí cuenta que parte del retorno implica no sentirte en casa, porque cuando
te vas por tanto tiempo, te acostumbras a vivir de manera efímera, pero intensa
en muchos lugares.
Y es que la
necesidad de tener un hogar, nos hace querer estar en un mismo lado siempre, y
cuando las circunstancias te obligan a moverte, debes crear otro hogar
substituto, y así te la pasas viajando, haciendo hogares y amigos transitorios,
y viviéndolos como si te fueras mañana, porque en realidad eso es lo que pasa.
Hoy,
después de mucho tiempo, me permití estar sola, encuevarme en la casa, leer lo
que se me antojaba y comenzar a recopilar las fotos de un viaje que por tres
años me llevó a lugares a los que nunca pensé ir.
Así, con la
emoción del registro fotográfico de Nueva Zelanda, me convencí; la vuelta me
duele todos los días, pero a la vez me reconforta. Volé, navegué, caminé por
parajes increíbles, devoré manjares deliciosos, veo los rostros de toda la gente hermosa que conocí, y aprendí
la mejor lección de todas; la casa no está en lo material o en la familia, la
casa está donde se tiene el corazón, y yo sé muy bien donde y con quien está el
mío.
Que tengan
un buen viaje,
Tatiana.